2012 | Los Tres Reyes Magos

El Camino de los Magos: una aventura de navidad

Tres Sabios –en tres diferentes reinos del mundo antiguo- observaron en el cielo la señal por tanto tiempo esperada. Una grande y brillante estrella, nómada del espacio, les señaló a los tres Reyes Magos el sagrado camino hacia el pueblo de Belén. 

 Y así, Melchor, el de la espesa barba blanca, partió desde la tierra de las pirámides con una ofrenda de perfumada mirra. Gaspar, el más joven y rubio, emprendió viaje desde Persia con su dádiva de incienso. Y Baltazar, el africano, se les unió en el desierto con su preciada bolsa de oro.

Dura y larga fue la travesía de los Magos por montes y selvas, pantanos y planicies. Enfrentaron muchos y grandes peligros: el cruel sol del desierto, las heladas cumbres de las cordilleras y el acecho de bandidos ansiosos por robarles su valiosa carga.

Sin embargo, resistieron. Y el enorme y luminoso lucero del cielo los guió en cada paso del camino. En lo alto de una colina de Judea, se les apareció  Gabriel el Mensajero, diciéndoles: “Al Niño Dios que buscáis, envuelto en una manta lo hallareis en un humilde establo de Belén. Tal como hace siglos el profeta lo anunció”… 

Miles de estrellas se volvieron ángeles y poblaron con sus luces el cielo de Belén. Y con voz que se escuchó hasta los confines más lejanos del Universo, anunciaron al unísono: “Gloria a Dios en las Alturas y en la tierra, Paz a los hombres de buena voluntad. Pues el Salvador ha nacido”. 

Acompañados de los humildes de Belén, los tres Reyes Magos hallaron al pequeño Jesús. Y asombrados, comprobaron que su eterna luz brillaba más que la riqueza de sus regalos. Luz que hoy sigue iluminando la esperanza y los sueños de las niñas y niños del mundo.   

Texto de Carmelo Urso, Adré Reinoso y Marco Díaz